UNA VE MÁS VUELVE EL HORROR Y DESHUMANIZACIÓN
Cuando
en abril de este año 2022 publiqué mi novela “Mediterráneo azul, blanco y negro”,
pretendía presentar las contradicciones que genera el Mediterráneo ante la
comparativa de surcarlo en lujosos cruceros, disfrutando de sus aguas, playas,
puestas de sol, gastronomía e historia; mientras que otras personas huyen de
sus países por culpa de las guerras, miseria, violencia o violaciones, atraídos
y explotados la gran mayoría por las mafias que operan desde los países de
origen; dejados a su suerte en un agónico peregrinar de largos meses, muriendo
muchos en el desierto, desde que dejaron su país, hasta llegar a las puertas de
Europa.
Peregrinar
que no finaliza al llegar a la frontera del viejo continente; hay que cruzar el
mar o saltar las vallas de Ceuta o Melilla. Arduas tareas, ambas, por la
dificultad que conllevan, ya sea intentando saltar las vallas o surcar el
Mediterráneo en viejas pateras; quedando la mayoría a la deriva, en espera de
que Salvamento Marítimo o algún barco de oenegés humanitarias los rescaten de
muerte segura.
Ya
en Europa, su alegría es inmensas pisando la tierra soñada; pero, pronto se dan
cuenta del nuevo calvario que comienza. Primero para no ser devueltos, segundo
en los centros de internamiento, y más tarde, intentando legalizar su situación
durante meses o años.
La
novela “Mediterráneo azul, blanco y negro” pretende transmitir la comparativa
de un mar maravilloso para millones de personas y, sufrimiento o muerte para
otros que, como seres humanos intentan encontrar el bienestar en nuestro continente.
Por ello, no puedo guardar silencio ante las imágenes de la mañana de San Juan,
intentando saltar las vallas que separan Nador de Melilla, Marruecos de España.
Es bien cierto que la policía cumple la función, emanada por los dirigentes políticos, de no permitir la entrada ilegal en España. Pero, no es menos cierto, que la cordura y los derechos humanos deben prevalecer ante cualquier cláusula del acuerdo firmado entre España y Marruecos.
Lo ocurrido el día 24, no es algo nuevo; pero sí el
más grave, superando a las quince personas ahogadas el 6 de febrero de 2014, al
intentar cruzar a nado el dique de El Tarajal en la ciudad autónoma de Ceuta,
mientras la Guardia Civil española traba de impedirlo disparando pelotas de
goma.
La cifra de muertos, en la valla de Melilla el día 24,
es cambiante a medida que pasan los días, ya van por veintitrés según la
policía de Marruecos, más diecinueve ingresados, incluido un gendarme marroquí.
Muertos que, parece ser, van a ser enterrados, según muestran las imágenes, en
fosas ya preparadas.
¿Será posible que los entierren sin identificar, sin
hacer autopsia, sin comunicar a familiares...? ¿Dónde están los derechos
humanos? Son personas, no objetos a los que se les puede tirar al vertedero. .
Es fácil echarle la culpa a las mafias de lo ocurrido.
Cierto que las mafias actúan desde que los migrantes deciden dejar su país de
origen. Pero, el motivo de emigrar no son las mafias, más bien es la guerra,
miseria violencia, violaciones y hambre.
Hambre que va en aumento desde el recorte de
suministros causado por la guerra en Ucrania, especialmente de cereales con los
que mitigan sus hambrientos estómagos.
Mafias que los explotan en su largo peregrinar hasta
recorrer los miles de quilómetros que separan su país de origen de las puertas
de Europa. Puertas de Europa donde comienza otro calvario buscando alimentos,
escondiéndose de la policía para que no los metan en autobuses y los lleven a
las fronteras de Argelia o Mauritania; calvario intentando saltar las vallas o
cruzar el Mediterráneo en rudimentarias pateras, en donde las mafias vuelven a
actuar, cobrando cantidades inasumibles o abusando de las mujeres; dejando
intencionadamente a la deriva las viejas barcazas, por falta de combustible, para
hacer más rentable el negocio.
Cruzando el Mediterráneo no termina su peregrinar;
comienza el legal, que si tienen la suerte de no ser expulsados solo llegar,
pasarán meses, años hasta que obtengan toda la documentación legal, que les
permita trabajar.
Sin olvidarnos del odio, incomprensión y xenofobia de quienes piensan y creen
que son el mal de Europa, que vienen a quitarnos el trabajo y a aprovecharse de
nuestros servicios sociales. Sin reconocer, que gracias a ellos se realizan los
trabajos que desechamos, y sus cotizaciones nos permiten entre otras cosas,
cobrar las pensiones.
De esto habla mi libro. Me gustaría que se quedara en eso, en la fantasía
de una novela, pero me temo que la realidad la supera.
Autoridades del mundo, autoridades de Europa,
autoridades de España, tomen nota de lo ocurrido el día de San Juan. No es un
hecho aislado, se repetirá con más determinación, porque la hambruna que
ustedes mismo pronostican llevará a mucha gente, especialmente jóvenes, a
emigrar, intentando llenar sus estómagos, en búsqueda de algo de bienestar.
Gabriel Catalán Albacete
a 30-06-22